Junto con el pan de espelta, el pan de centeno, conocido también como pan negro, es uno de los más antiguos, un pan oscuro y de miga compacta, tradicionalmente ligado a las clases pobres y que hoy, poco a poco, ha empezado, de nuevo, a ganar visibilidad y adeptos que buscan un pan con menos gluten y con más beneficios.
Vamos a ver qué nos cuenta la historia sobre él.
Este tipo de pan denso de gran contenido en fibra alimenticia es muy popular posee un fuerte sabor tirando a amargo que hace que en muchos lugares tienda a aderezarse con canela, cilantro o semillas para atenuar el sabor. Permanece comestible largos periodos de tiempo, y en los países del norte suele ser muy popular como base de algunas comidas típicas. Esto se debe a la capacidad de este tipo de espiga de madurar desde el grano en el breve verano nórdico, al contrario que otras especies. Así, el pan de centeno se volvió popular y ya tradicional desde hace más de dos mil años en lugares tan duros como Finlandia, Polonia, Ucrania y Suecia.
Tan antiguo es que se sabe por los registros historiográficos que las legiones romanas llevaban como parte de su avituallamiento hogazas de pan de centeno, y que los vikingos del siglo VI lo portaban como parte de su dieta en sus largos viajes por mar, lo que nos hace ver lo duradero de este tipo de pan.
Hoy por hoy, gracias a sus virtudes como la gran cantidad de fibra, ideal para dietas o control del tránsito intestinal, así como la baja presencia de glucosa, lo hace ideal para diabéticos e incluso para quienes se preocupen de sus niveles de insulina, así como los que quieran mantener una adecuada salud cardiovascular.
Es un pan rico en vitaminas de la gama B y además tiene un efecto saciante, así que es muy recomendable en dietas.
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